Segundo día del Quinario al Santísimo Cristo de la Sed

 

Jesús señalaba la importancia fundamental de la Palabra de Dios en nuestras vidas, porque la palabra de Dios es vida, vida Eterna. La palabra es lo que engendra la fe, la palabra cuando es escuchada y compartida. Pero para que la palabra sea escuchada, primero es necesario que sea proclamada, es necesario que alguien la anuncie. San Pablo escribe, ¿Cómo conocerán a aquel de quien no han oído hablar? ¿Y cómo lo oirán si nadie lo anuncia? ¿Cómo lo anunciarán si no son enviados? Por eso desde el antiguo Testamento Dios envía mensajeros a anunciar la palabra, en el antiguo testamento tenemos la figura de los profetas, en el nuevo testamento están los apóstoles enviados por Jesús y así sus sucesores en la Iglesia hasta el tiempo presente. Una característica común a todos los que han anunciado la palabra de Dios es la persecución, el ser perseguido, es lo que hemos visto en la primera lectura de hoy, el profeta Jeremías sufre la persecución por anunciar la Palabra de Dios, por denunciar el pecado a su pueblo, a pesar de ha hecho un bien, ha intercedido por su pueblo, sufre la tortura, sufre la persecución y se pone en manos de Dios. También Jesús sufrió la misma suerte, en el evangelio de hoy hemos visto como Jesús subiendo a Jerusalén con sus apóstoles les anuncia la Pasión, sufre a Jerusalén para sufrir la Pasión, porque Jesús también va a ser perseguido, porque va anunciar una Palabra que no será acogida.

El mal no soporta el bien, ni la mentira soporta la verdad. Por eso la visión de Jesús que es una visión redentora que ha venido a redimirnos del pecado original, de las consecuencias de ese pecado, esa misión tiene que pasar por la Cruz, por beber un cáliz, que es el cáliz de su Pasión.

¿Cómo ha vencido Cristo al mal? Porque nosotros podríamos pensar humanamente que el mal se puede vencer de forma violenta, que Dios todopoderoso puede aplastarnos, aniquilarnos, pero no es así como se vence el mal, y no es así como cristo ha vencido el mal. Cristo ha vencido el mal cargando sobre sí mismo, asumiendo las consecuencias del mal, las consecuencias del pecado hasta clavarlo en una Cruz. Cristo ciertamente de esta forma ha hecho de su vida un sacrificio, una oblación, una entrega amorosa al Padre.  El sacrificio de Cristo ha sido un sacrificio infinito porque Cristo también es Dios, es un sacrificio hecho en obediencia, obediencia filial y amorosa a la voluntad del Padre.

Cristo nos ha redimido entregándose, sufriendo por nosotros la maldición del pecado. Lo dirá así San Pablo, Cristo se hizo maldición por nosotros, porque dice la escritura: maldito todo lo que cuelga de un madero. Y hoy nosotros estamos celebrando este quinario en honor del Cristo de la Sed, miramos su  imagen y vemos al Cristo de la Sed colgando del madero, hecho maldición por nosotros.

Cristo de la Sed, ¿Hasta dónde tu agonía? ¿Hasta dónde tu dolor? No solamente el físico, sino también el de su alma. No podremos nunca comprender, no podremos nunca conocer el alcance de ese dolor, de esa Pasión, de esa agonía. Porque tampoco podremos nunca comprender el alcance que tiene la suma maldad que tiene el pecado, un solo pecado.

Cristo de la Sed, Tú nos marcas el camino. Él lo dijo en cierta ocasión: el que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y se venga conmigo.

Cristo ha hecho de su vida una ofrenda, el cristiano tiene que hacer también de su vida una ofrenda, una ofrenda amorosa al Padre, viviendo la voluntad y la ley de Dios, soportando el dolor de la vida, las cruces que nos trae la vida, sobre todo  ofreciendo todo esto en unión a la Cruz de Cristo.

Celebramos la eucaristía, donde no sólo celebramos la Pasión y Muerte del Señor, sino que se actualiza y se hace presente en el altar. En el altar tenemos que poner la ofrenda de nuestra vida para que por el Espíritu suba en unión con Cristo al Padre. Y a su vez el Padre con el Espíritu nos devolverá su gracia, su gracia santificante, su gracia salvadora.

San Pablo lo dice con otras palabras: ofreced vuestra vida como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, este es vuestro punto razonable. Esta es la vida del cristiano, la vida de la fe. Esto es lo que vence al mal, al pecado, la oscuridad y la muerte.

Cuando contemplamos al Cristo de la Sed, lo contemplamos en agonía, pero es en esa agonía donde se está agonizando el pecado, en esa muerta está muriendo la muerte. Cristo siente la sed, pero de esa sed está brotando la fuente de agua viva, en esa fuente que brota está la vida eterna. El sufrimiento, el dolor, la muerte, no tienen la última palabra, no la tiene si vivimos como Cristo, no la tiene si hacemos de nuestra vida una obediencia y una ofrenda filial al Padre, si vivimos como Aquel que vino a no ser servido sino a servir y a dar su vida por todos.

Os esperamos hoy en el tercer día del Quinario.

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